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UNA CUMBIA, UNA CARA, UN VOMITO

UNA CUMBIA, UNA CARA, UN VOMITO

 

El sábado pasado se presentaron en Berisso Andando Descalzo y Se Va El Camello; noche de ritmos variados, fisonomías conocidas y espíritu rock

Diabolo es un pool con mucho toque rock, ostentando únicamente una pantalla gigante que dispara imágenes musicales en todo momento, y unas luces dispuestas con mucha estrategia, se viste de escenario para las bandas de la movida independiente alterlatina o rock mestizo, o como le quieran llamar.

Un momento antes de las doce la moto trepó el cordón y se estacionó en la puerta trasladando a sus dos ocupantes, un hombre y una mujer, había una cola de media cuadra aproximadamente. Todos jóvenes que esperaban conversando bajo para poder entrar al antro. Una de las personas que llegó en la moto intuyó que la mayoría eran chicos y chicas que venían a ver a Se va el camello, sobre todo por las coincidencia de sus edades, esta banda que por momentos curte una onda tangorock, se sabe, es joven y está haciendo sus primeros pasos.

Los andando serían la frutilla del postre para unos cuantos trasnochados ya entrados en años, banda que pisa fuerte en capital y alrededores y ha demostrado sólidas convicciones musicales para tener el lugar en el que está. La pareja arrojó un par de nombres en la entrada e ingresó al local. Se acomodaron en la barra, era un buen lugar para observar el desarrollo de los acontecimientos.

La perfomance de los Camellos estuvo cargada por el espiritu de adrenalina y vértigo que toda banda, que recien empieza y sabe como abrirse un camino, tiene que tener. Hicieron delirar a los jóvenes de la cola, como si se tratara del la imagen recortada de un gran estadio, una lente enfocada desde allí, pero dentro de un bar con capacidad para 150 personas: banderas acá y allá, chicas montadas a los hombros de los chicos, cuerpos transpirados en el frío de la noche. Habrán tocado un poco más de una hora aproximadamente.

Luego Andando, con una formación cruda; no hicieron uso de su laboratorio sonoro ni estuvieron los vientos que le cambian tanto la impronta a una actuación, lo que si estuvo es la formación aguerrida de una banda de rock. La pareja en la barra, mientras, tomaba gaseosas con gustos rancios y se despojaban de sus abrigos (una especie de segundas pieles) poniéndolos sobre una luz de neón que corría a través del piso de la barra.

La presentación de los Descalzos fue extensa, cargada de hits que la pequeña multitud cantó a coro, tocaron un poco más de dos horas. Con dos invitados previsibles pero efectivos: Juan Cruz de Encías Sangrantes y el cantante del los camellos.

El local se fue llenando de a poco y no faltó el merquero borracho y agresivo que termina vomitando sus entrañas mientras pide que la música siga sonando; la pareja lo soportó y luego de que la autoridad de la noche lo sacara del local por su escandaloso lanzo, bailó al son de esa que dice “automatizamos el presente flameando en la ocheaba y otro día muere”, luego, al finalizar el show, se colocaron sus abrigos, se subieron a las dos ruedas y se dirigieron hacía su morada, cerca del arroyo.

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