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makumba

RETRATO SOBRE EL OSCURO FIN

El pasado viernes 24/10 y sábado 25/10 se presentó en el teatro Coliseo Podestá The pilowman (el hombre almohada) con un marco de espectadores aceptable y  una muy convincente perfomance en todos los estamentos del arte escénico. 

 

Una habitación en perspectiva, como un eterno punto de fuga, un hombre esposado y con una venda negra en sus ojos. El silencio del ritual teatro omnipresente.
Todo cobra vida cuando la puerta, sobre el fondo y en la derecha, se abre y deja que la luz modifique la textura del espacio. Dos agentes entran, la clásica configuración de policía malo y policía bueno, y se disponen a hacer hablar al detenido.
Así comienza a rodar esta obra que, básicamente, es un tratado sobre la muerte; una exploración sobre ese portal que se abre cuando dejamos de vivir y del cual ignoramos todo. Tenemos a un sospechoso, Pablo Echarri en la piel de Katurian Katurian, y dos muertes de niños (y una tercera criatura desaparecida) todos pertenecientes a un barrio judío. Extrañamente la manera en que murieron las victimas están descriptas en cuentos firmados por el sospechoso.
Los dos policías, Tupolski interpretado por Carlos Santamaría y Ariel, a quien le da vida Vando Villamil, pertenecen a un régimen autoritario y al parecer despiadado que no tiene el más mínimo recato en resolver las cosas mediante la tortura y posterior ejecución de quien, en ese momento, se considere culpable. Contexto que no nos es desconocido a nosotros los argentinos, no?
A esto se le agrega el hermano del escritor Michal, que se mueve y habla a través de los gestos de Carlos Belloso en unos de esos personajes que le salen de taquito. En realidad la obra es sostenida por la ilación de relatos que entreteje la voz de Echarri. Todo gira en torno a: las respuestas que le da a los agentes, cuentos suyos que recrea (como el que le da nombre a la obra) y conversaciones con el hermano disminuido mental, a quién termina por asesinar para ahorrarle la ejecución.
Los otros tres personajes giran en torno de Katurian Katurian; como satélites que le sirven para pivotear en el fluir de historias mientras se narra el horror (o puerta, según como se lo mire) del paso al otro barrio.

Y más allá de las buenas actuaciones la puesta en escena es alimentada por sólidos recursos, como por ejemplo una actuación en segundo plano (arriba de donde se de desarrolla la acción principal, como si se trataran de plasmas gigantes) con actores que sólo hablan mediante un lenguaje plenamente corporal en interpretaciones carentes de voz,  mientras el protagonista le da vida a uno de los relatos a largo de las más de las tres horas (con intervalo incluído) que dura la presentación.

El final me lo reservo, no estaría fomentando las ganas de vos (lectora, lector) de ir a ver la obra, nada nos atrae menos que nos cuenten el final de algo por adelantado. Lo que si te digo es que es redondo, no desentona con la tensión y el tránsito afiebrado que propone este oscuro drama.

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