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PROFETAS EN SU TIERRA

PROFETAS EN SU TIERRA

 

El último sábado se presentaron en el estadio de Atenas los Guasones, la excusa era tocar los temas de su último disco bautizado Esclavo.  Brindaron unos de sus habituales shows donde cualquier cosa puede pasar y la energía del público los desborda borroneando un poco su perfomance.

 

 

 

“Ruidos, siento en el pasillo ruidos de terror…” la voz de Cruz Soto enciende la mecha puntualmente con Como un lobo y una avalancha de pendejos, formando una marea humana de sudor, gritos y euforia, rebota contra el muro de contención del escenario.

Si alguien hubiera hecho un testeo a cerca de cómo sonaba el último disco de  Guasones, seguramente el consenso general (fuera del fanatismo carente de “objetividad”) se hubiera aproximado a afirmaciones como: “suena muy FM”, “tiene un sonido light” o “le falta la crudeza de otros discos”, pero amigos… cuando las luces se encienden y los amplificadores escupen la potencia del vivo, nos encontramos ante una banda que de tibio no tiene nada.

Fue un show extenso, lleno de matices y variaciones, que garpó uno a uno los morlacos que costó la entrada, en donde vamos a encontrar un rock de pequeños estadios donde el batero cambia el redoblante mientras su compañeros la reman a pura zapada de blues.

Intercalaron los temas nuevos y los clásicos que el Rock de mi vida terminó de convertir en más clásicos todavía. Hicieron una ronda de diez temas aproximadamente en los que mantuvieron la adrenalina y en los que también se “aputazaron” un poco (Soto dixit), tocando sus suaves baladas para que las nenas monten en los hombros de los chicos y le entreguen, al carismático frontman, sus propias interpretaciones.

Un respiro, los plomos acomodan las tablas para un set acústico y la banda vuelve al ruedo, entregando versiones en las que la melodía en la voz de Soto se deforma lo suficiente como para que la muchedumbre se pierda. A veces agota un poco ese constante muro vocal que levantan los seguidores, como si aprisionaran a los músicos en un pathos musical del que no se pueden desmarcar. En última instancia la música es un juego en el que la improvisación cumple un rol fundamental. De todas maneras el cantante intenta encaminar las voluntades con modismos de estadista mussoliniano: un poco de demagogia por acá y por allá, pero sin dejar de marcar lo que él realmente quiere cantar.

Hubo invitados en Estupendo día por ejemplo: algunos de los vientos de lo que fue Negusa Negast, a los que se les sumó Yamil Salvador, un verdadero todo terreno (si esto fuera fútbol, y el dr. Bilardo comandara las acciones, pediría su pase muy seguramente). Y ya sobre el final, cuando la caravana parecía no terminar y los temas caían uno a uno, se sumaron Martín Saintout y el Pota; éste último es, para quienes deambulaban por la noche en los últimos años del siglo pasado, el guitarrista de la mítica Telecaster Blues Band.

A estas alturas Facundo andaba en cueros y había agotado todos sus característicos movimientos simiescos, aunque a nadie le importaba obvio, Los Guasones habían cumplido una vez más ese trato implícito que tienen con su público de regalar fiesta cuando cae la noche; aunque en el aire quedó flotando el aviso que el día de la primavera el bosque los va a recibir con el sol en alto y unas gafas oscuras calzadas en el petrificado rostro.

 

Foto y filmaciones: Hichis

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