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makumba

ES VIERNES, ESTOY ENGULADO

ES VIERNES, ESTOY ENGULADO

 

I don’t care if Mondays black
Tuesday, Wednesday - heart attack
Thursday, never looking back
It’s Friday, I’m in love

The Cure

 

Había estado rastrillando el centro, como siempre subido a alguna movida en busca de placer, en el mediodía la jornada se había presentado soleada y radiante pero con el correr de la tarde esa luminosidad había ido decreciendo y había transfigurado la escenografía de la vida en uno de esos días eclipse en los que la noche se hacía presente aún a las 5 de la tarde. Ni un atisbo de sol y aún así los rostros engafados y petrificados se movían a gusto en la opacidad diurna.

La plazoleta de bellas artes se presentaba un poco desierta a la hora pactada, de todas formas dio una vuelta, paró en un kiosco sobre ocho y se compró una leche chocolatada luego ancló en la esquina y observó detenidamente como se movía el puntero, lo conocía, pero en su cabeza ni se cruzaba la idea de saludarlo, algún malentendido había terminado con esa relación alguna vez amistosa. El puntero era organizador del evento, un verdadero e inextinguible lumpen del nuevo milenio, iba y venía de acá para allá saludando gente y metiéndole mano a la consola.

Se entretuvo así hasta que llegaron sus amigos brújulos, allí se relajó y se entregó a la conversa con esas amistades construidas de pequeñas charlas en la noche. Se instalaron en la puerta del bar; pura vida se llamaba? A veces se hacía imposible seguir las metamorfosis nominales que atravesaban los antros de la ciudad. No se movieron de allí y el atardecer los alcanzó, un atardecer más parecido a un amanecer realmente. Se proveyeron de algunas cosas: pastillas, galletitas para los niños, unas birras para los otros niños, un pan caliente para el guloso y así todo lo que las máquinas-cuerpo requerían, siempre en su sana y armoniosa medida claro.

Alguien del CCO (Comunicadores para el pueblo) les aviso que primero tocaban los chicos de Esquina Marginal, la tocata era una excusa que se proponía como objetivo la reafirmación de la identidad nacional, en ese momento la vió: estaba encapuchada con un buzo púrpura, usaba unos chupines que no le quedaban en absoluto bien y hacía swing con unas cariocas, era obvio que la iba a empezar a ver más seguido, pero como acercarse? Decidió hacerse el otro y dejar que todo pasara fluyendo o no pasara directamente.

Volvió a la pista brújula y cada tanto se daba vuelta para watchearla, ese difusa fruición de observar a alguien desde el anonimato lo elevaba unos cuantos estados de ánimos. Y entonces fue el momento de que ellos subieran al escenario, él sacó su juguete nuevo y se concentró en lo que su rol le requería.

Un rock de artilugios el de La Brújula, como si se le estuvieran escapando al encasillamiento que proponen las distintas movidas del género, porque él creía que eran rock barrial pero a veces sonaban como unos Babasonicos nadando en el mar de la distorsión. Unas guitarras espaciales, la percusión disparando ritmos vudús, una línea de bajo que no se cae nunca, más la clásica bata y una voz amiga que une metáforas, narraciones, sentencias y navega en un universo propio que describe a la perfección la noche del viernes en el diagonal, con la gente haciendo la previa o juntándose para arrancar una caravana que puede durar todo el fin de semana.

Y la función de viernes continuó, y él siguió transitando en las dos ruedas, curtiéndose en el frío de la oscuridad. La otra cita era en la Casa del Pueblo, Manuel Moretti hacía uno de sus shows solistas y era en un lugar grande, él recordaba unos años atrás algún recital en La Fabriquera pero era obvio que había que hacerse a la idea que el chabón se había hecho groso. En un lugar donde tocaban bandas o se hacían fiestas con mucha gente el quía se presentaba con su guitarrita y un grupo considerable de personas acudía a observar su perfomance. La escenografía en el inmueble de la calle 49 era de trip, unas pantallas gigantes tiñendo las paredes, una oscuridad de bola de espejos y unos travellings hasta el baño en los que él creía estar metido en La virgen de los sicarios, en la escena que recorren las catacumbas de un cementerio.

No estuvo sólo, en la puerta se encontró con L y R, una pareja que se había casado hace poco. L había sido su chica en la época más dura de la noche makumba, era gracioso recorrer las aristas de ese triangulo, claro que no estuvo todo el recital con ellos (era imposible soportar la tensión) intentó andar por ahí, pasar inadvertido; se sentó en los sillones e intentó tener una conversación con una rubia pero la mina estaba muy volada, aunque en todo momento lo trato bien y con respeto.

Luego escuchó una voz conocida, la voz que lo había acompañado muchas mañanas, era Pablo Reffi. Entró en la habitación y se entregó a la escucha de su presentación. El conductor del Bolillero habló sobre viajes y sobre el aviador, sobre su manera de componer la realidad y las canciones. Un guerrero de la cofradía de la palabra seguramente. Llegaría él a convertirse alguna vez en eso? A interactuar con el arte desde ese rol.

Después subió al escenario Pipo Mengochea. L le comentó que había sido bufetero de la facultad de periodismo, había estado en sus conversaciones del pasado y era amigo de Moretti, escuchó un par de canciones y deambuló un poco más por ahí. Hasta que fue el turno del aviador. El frontman de Estelares en formato distendido, recorriendo el hermoso minimalismo de una voz y una guitarra. Lo disfrutó, el juninense estuvo acompañado en algunos temas por Eduardo rata Minervino en el piano y tocó mayormente temas del disco solista pero metió en la lista unos tangos en los que se movió como pez en el agua. Y así discurrió la noche en la ciudad, hilando el sonido del arte aquí y allá.      

 

links

http://www.fotolog.com/labrujula_rock

http://www.losestelares.com.ar

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